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domingo, 14 de abril de 2013

Vuelven los seminarios: ¿Qué pasa con nuestros dientes?

¿Quién no ha oído nunca decir “lo único peor que un parto es un dolor de muelas”? A los que nunca sufrieron un dolor de muelas, esta frase les pone el pelo de punta. A los que no somos madres, nos alivia pensar que las nuestras sufrieron un poco menos al traernos al mundo de lo que las vimos sufrir a causa de esa terrible caries abandonada que degeneró en absceso. Sea verdad o no, los dientes están ahí, y aunque tres veces al día nos proporcionan un excelente servicio (cinco si seguimos las recomendaciones de nuestro médico de cabecera), lo cierto es que los valoramos más por su aspecto estético que por el funcional. 

El ser humano, por estética, es capaz de muchas cosas. Si hay quien se quita costillas flotantes, se inyecta toxinas, o se tatúa, por cuestiones estéticas, desde luego no faltará quién modifique su dentadura. Muchas culturas, y subculturas urbanas, practicaron y practican una serie de ablaciones, tinciones, mutilaciones y decoraciones de sus piezas dentales. Pero sin ser tan radicales, ¿quién no ha acudido al odontólogo para modificar la forma de tal o cual diente roto, forzar su alineación, o incluso retirar una pieza que está enferma y duele, o simplemente “sobra”? 

No se puede olvidar en la práctica de la odontología, igual que no se puede olvidar en la práctica de la medicina, que somos animales, producto de un colosal proceso de evolución, de cambio continuo hacia ninguna parte. Cada parte de nuestro cuerpo está ahí o bien porque en un momento dado necesitábamos que estuviera (como especie, claro), o bien porque por el momento su existencia no compromete nuestra supervivencia (también como especie). Los dientes responden también a esta regla, con la particularidad de que en su conjunto, las piezas dentales son partes de un mismo engranaje. Su número, su tipo y su disposición, son esenciales a la hora de cumplir su función, y de evitarnos problemas en nuestro día a día. Las rotaciones o movimientos a los que se pueden ver sometidos afectan a nuestra forma de utilizar los maxilares, comprometiendo así la salud de nuestra articulación temporo-mandibular y contribuyendo a un sobreesfuerzo de nuestros músculos maseteros (para lo que nuestro ritmo de vida, todo hay que decirlo, tampoco ayuda), y finalmente pudiendo llegar a afectar a nuestras vértebras cervicales y a nuestros músculos nucales, degenerando en agarrotamiento, dolores de cabeza, noches de insomnio y esmalte hecho papilla. 

El ser humano lleva lidiando con las enfermedades dentales desde siempre, y sería ridículo negar que a día de hoy los odontólogos no juegan un papel importante en nuestras vidas y en nuestra salud. Por esta razón, tal vez sería interesante que nuestro dentista, al asomarse a nuestra boca, tuviera en mente no sólo nuestro interés estético, sino también nuestra historia evolutiva (y la de nuestra dieta) y nuestras peculiaridades genéticas. 

Con este tema tan interesante se abrirá, el 21 de mayo, el IV Ciclo de Seminarios de Medicina Evolucionista, celebrado en el Hospital Universitario de La Princesa, en Madrid. El primer seminario, que lleva por título “La evolución de la dentición en el ser humano ¿Cómo ha influido en nuestra forma de vida? DIETA vs. ESTÉTICA”, promete dar mucho que pensar acerca de algo tan presente, y a veces olvidado, como nuestros dientes. 

Si quieres asistir a los seminarios este año, recuerda que el plazo de inscripción ya se encuentra abierto y las plazas son limitadas. Puedes encontrar toda la información y el formulario de preinscripción en este enlace. ¡¡Te esperamos!!